Otro punto de vista

El post de hoy es un artículo escrito por mi madre publicado en la revista Salud Vital en el año 2004, 7 años después de mi diagnóstico de diabetes, en el que habla en primera persona de los sentimientos que rodean a los padres cuando un hijo es diagnosticado de diabetes. En este caso el apoyo de la familia es fundamental y si hoy día para mi la diabetes no es un impedimento ni un lastre para mi día a día ha sido también gracias a mis padres.

“La primera reacción ante el diagnóstico de diabetes de nuestro hijo fue la incredulidad; después tuvimos que rendirnos a la evidencia y aceptar la dura realidad. Finalmente consolarnos pensando que, de todo el arsenal de enfermedades posibles, la diabetes no era de las peores.
Era verano del 97, Julio tenía 8 años cuando en apenas una semana con fiebre y vómitos, la diabetes que padecía dio la cara. Una semana hospitalizado fue suficiente para el control metabólico de la misma, perdió 10 kilos y enseguida aprendió a hacerse él mismo los controles de glucemia, antes y después de cada comida y a administrarse la insulina. Esto, que en principio sobre papel es poca cosa, adquiere grandes dimensiones cuando se tienen ocho años y hay que pincharse en los dedos seis, siete o diez veces al día.

El papel de los padres es convencerse de la absoluta necesidad de algo que resulta doloroso y desagradable para tu pequeño, pero hay que ser inflexible a la hora de realizar todos los controles. Siempre juntos padre, madre e hijo tanto para las determinaciones de glucosa como para la administración de insulina y a fuerza de repetir y repetir, se convierte en un hábito.
Lo más angustioso para nosotros era pensar en las hipoglucemias, esas “bajadas” de azúcar que pueden dar pérdidas de conocimiento, convulsiones… Hacer que un niño las reconozca y te alerte para que puedas ponerle remedio mediante la administración rápida de azúcar no es fácil, sobre todo al principio, y solo se pueden confirmar mediante más pinchazos en los dedos que te duelen a ti tanto como a él.

El control de la diabetes tiene tres pilares básicos: la insulina, la alimentación y el ejercicio físico. A base de mucho leer publicaciones especializadas se aprende a racionar los alimentos: un pedazo de pan de 20g equivale a una ración de hidratos de carbono, 70g de manzana es otra… El desayuno ha de incluir tantas raciones, media mañana otras, la comida merienda y cena otras y en medio, nada, y sobre todo nada de “chuches”, salvo en las hipoglucemias. Intentar que la dieta sea variada y apetitosa no siempre es fácil, hay que tener en cuenta los gustos del niño y utilizar la persuasión para convencerle. Con el tiempo se aprende a sustituir unos alimentos por otros y hasta resulta divertido. En cuanto al ejercicio físico, tuvimos que erradicar el sedentarismo que nos dominaba, dábamos paseos a diario, le dejábamos con mucho miedo utilizar la bicicleta e invitábamos a amigos para que el juego fuese más dinámico.

Hoy Julio tiene 15 años, mide 1,75m y pesa 65kg. Es un gran amante del deporte, que practica asiduamente y de la comida sana, no fuma ni bebe y es casi autónomo con las decisiones de su diabetes. No siempre le resulta fácil, pero desarrolla una vida plena y responsable con más madurez de la que correspondería a un chico de su edad.
Probablemente haya sido más fácil esta situación para nosotros por ser médicos, pero nuestro consejo a los padres para ayudar a sus hijos diabéticos es la comprensión y la paciencia para que adquieran los conocimientos necesarios, adaptados a cada edad hasta que éstos se practiquen sin esfuerzo”