¡Mas corto la mayoría de las veces es sinónimo de más intenso! Hay que ver lo que dan de si 17 kilómetros…
Al final soy mucho mas perezoso para ir a carreras más cortas, yo creo que también me estoy acostumbrando a los ritmos mas lentos de hacer distancias largas y luego cuando hago alguna carrera con un recorrido «corto», voy con la lengua fuera! Sea como sea, al final entre el sentimiento de culpa, las ganas de conocer la zona y la motivación extra de ir con Pepe y su hermano Luis, dos representantes del espíritu #Muerevacio, fueron razones suficientes como para no decir que no.
Una cosa tenía clara, pasaba de ir cargado. No mochila, no riñonera ni nada. Había tres avituallamientos, asique con la pauta de insulina que tengo preparada para días de deporte, un buen desayuno y bebiendo agua casi hasta la salida debería haber sido suficiente. Con lo que no había contado era con el calor Madrileño (antes de empezar a derretirse, el Ambit marcaba 37 grados…).
Tras la recogida de dorsal, nos disfrazamos de corredores y ultimamos preparativos. Ya sabéis, vaselina en sitios que no se pueden ni decir para evitar rozaduras, un poco de calentamiento, visitas al baño de última hora (los nervios siempre traicionan). Llegamos al arco de salida a tres minutos de que empezara la carrera y al pasar el control de chip nos ponemos cerca del final. 3,2,1… Al lío! Dejo correr un poco las piernas y paso a unos cuantos corredores, mas que nada porque me veia venir el tapón en la primera pendiente y me agobio mucho cuando voy subiendo emparedado de gente. Unos cientos de metros por el pueblo y en pista de tierra y empieza el desnivel. Me siento cómodo, el recorrido es bonito… asique disfruto de la carrera. Mucha trialera, caminos estrechos, tierra suelta… pero pocos árboles, y media hora después, cuando empieza a apretar el calor cambia la cosa. En el primer avituallamiento pasamos todos casi sin mirarlo, pero ya llegando a Patones se empiezan a ver los estragos del sol. Un corredor en el suelo con un golpe de calor y el avituallamiento de la entrada del pueblo lleno de gente tomándoselo con calma. Ahora me acuerdo de mi mochilita con un litro y medio de agua…
La zona de la carrera que cruzaba Patones fue en la que más disfruté. A parte de lo bonito que es el pueblo, no lo conocía y me he quedado con ganas de volver un día sin prisa, me divertí mucho en las zonas técnicas bajando hacia el pueblo, pequeñas aristas de roca y tierra suelta por las que había que ir haciendo equilibrio.
Saliendo del pueblo la gente ya se lo tomaba con más calma, sobre todo en el grupo en el que yo iba. El calor ya empezaba a ser insoportable y todos habíamos bajado mucho el ritmo. La vuelta a Torrelaguna fue como correr por Monegros o por el desierto de Tabernas, cuando vi que el reloj marcaba 37º casi me caigo del susto. Nunca había corrido con tanto calor y tampoco tengo muchas ganas de repetir la experiencia pronto, disfruto mucho más con lluvia, viento y frío creedme.
Dos horas y 10 minutos después cruzaba la meta, contento y visualizando un botellín y la piscina de agua fría casi desde la salida. Lo primero tuvo solución rápida, lo segundo se me quitaron las ganas cuando vi el color que había cogido el agua después de que se bañara una buena remesa de corredores.
¡Ah, la Diabetes! pues como en la carrera, me olvidé de ella. Sin pincharme insulina y con el desayuno que me había metido, no me dio guerra. Cada vez estoy más convencido de que esto es simplemente pillarle un poco el truco, ni es tan complicado controlarla ni tan épico hacer carreras de montaña (al menos con mis tiempos y mis clasificaciones 😉
Por cierto, muchas gracias a Pepe y Luis por el transporte, las risas y la compañía y a #Muerevacio por el material, así da gusto.